March 15, 2020

Deacon Tim Papa Homily
Un encuentro cuaresmal con Cristo

Desde nuestra infancia, nos encanta una buena historia. Las grandes obras de la literatura son geniales porque cuentan historias tan grandiosas. Los cuentos de hadas les enseñan a los niños y niñas lecciones importantes sobre no alejarse demasiado de sus padres o no llorar como el lobo para causar conmoción, y las lecciones se escuchan porque están gravadas de historias interesantes. Nosotros podemos leer las estadísticas en la página de deportes, pero preferimos leer la historia sobre lo que sucedió en el juego, con todo el color y las personalidades.

La lectura del Evangelio de hoy es una gran historia, contada por Juan al principio de su Evangelio. Leemos sobre una mujer que encuentra a Cristo mientras realiza su rutina diaria. Nos emociona mucho, ya que creo que a la mayoría de nosotros también nos encantaría sentarnos con Jesús, tomar una copa y comentar lo que es importante para nosotros. Jesús probablemente tuvo varios de estos encuentros a lo largo de su ministerio, pero Juan eligió este para registrarlo en profundidad. Parte de la grandeza de esta historia es que tiene muchos aspectos y múltiples capas. Muchos no son evidentes con una sola lectura o sin conocer alguna información histórica sobre el encuentro.

Primero, este encuentro no debería haber sucedió en lo absoluto de acuerdo con las costumbres y tradiciones judías. Los samaritanos eran un pueblo descendiente de José, hijo de Jacob. Los científicos modernos han establecido que son genéticamente similares al pueblo judío, pero durante el exilio en Babilonia sus prácticas religiosas se divergieron, aunque ambos reclamaron los mismos libros del Torá como la fuente de sus diferentes prácticas. Como vemos hoy entre la Iglesia Católica y las denominaciones protestantes o entre las sectas chiítas y sunitas del Islam, los argumentos más grandes y acalorados ocurren entre personas que están de acuerdo en casi todo, excepto por lo que sería un observador externo, algunas diferencias menores. En esta historia, la cuestión de la discción es de que si el santuario cercano al Monte Gerizim o que Jerusalén es el lugar apropiado para adoración. Para agravar el asunto de que ella es una samaritana es el hecho de que es mujer. Por costumbre judía, Jesús no debería dirigirse a ella en absoluto, ya que los sexos estaban segregados. La lección que podemos extraer de esto es que Jesús iba a llamar a todos a participar en su salvación, sin importar las circunstancias.

En segundo lugar, como lo hace Jesús muchas veces, El elige difundir su mensaje de salvación con una persona públicamente conocida como pecadora, una mujer que no cumple con la ley samaritana o la ley judía sobre el matrimonio. Jesús a lo largo de su vida elige recaudadores de impuestos, personas consideradas impuras debido a enfermedades y personas similares para difundir su mensaje. Ella no era santa, aunque como resultado de esta historia se convierte en una: la tradición de la Iglesia dice que después de esta conversación con Cristo se convierte y se convierte en evangelista, y finalmente se convierte en mártir, venerada en las religiones católica y ortodoxa oriental como Santa Fotina.

Tercero, la mujer es como todo nosotros, tiene preguntas y dudas. Está confundida con lo que exactamente Jesús quiere decir con cosas como "agua viva" y también está obsesionada con las discusiones entre los samaritanos y los judíos. Pero al final de la conversación, ella recibe la gracia de Cristo para entender su mensaje. El agua viva que Él describe termina siendo el agua que se necesita para hacer crecer su fe lo suficiente para ser la verdadera conversión. Ella es capaz de escuchar y entender. El relato del Evangelio de la semana pasada sobre la transfiguración Mateo citó a Dios Padre desde una nube: “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo." Esta semana, tenemos a alguien que ha escuchado y es transformado por Cristo con gracia y fe. Ella alegremente regresa a la ciudad y comparte esta fe con otros en su comunidad, y muchos otros llegan a creer.

A medida que nos acercamos al punto medio de nuestro viaje de Cuaresma, nosotros también podemos escuchar a Dios y ser transformados en nuestra fe. Desafortunadamente, no conozco ningún pozo de agua al cual vaya a buscar al Señor en la carne. Yo sé de un pozo llamado oración en el cual podemos echar nuestra cubeta y encontrar el agua viva. Recuerda, la oración es una conversación, es decir, una comunicación bidireccional. A veces estamos muy ocupados hablando, ya sea con Dios o con nuestros semejantes, que nos olvidamos callarnos y escuchar. Y algunas veces Dios nos habla de maneras que no entendemos de inmediato. Al igual que la mujer samaritana, al principio no entendió de lo que estaba hablando Cristo. Pero si aceptamos la gracia que Dios nos dio en las aguas del bautismo, y cooperamos con esa gracia para contemplar profundamente el misterio que es Dios y su revelación a través de Cristo, nosotros también podemos entender. Y cuando lo hacemos, es una gran alegría.

Nosotros también debemos tener una conversación con los demás y escucharlos. La mujer en el pozo se convierte en Santa Fotina, la convertida se convierte en la convertidora. Lo mismo es cierto para San Patricio, cuyo día de fiesta es esta semana. Él se convirtió al cristianismo cuando era joven y se convirtió en el gran convertidor de Irlanda. En el mundo de hoy, nosotros podemos convertirnos en misioneros de Cristo, si estamos dispuestos a tener conversaciones honestas con los demás y realmente escuchar lo que dicen. Recuerden, la mujer del pozo no fue realmente honesta con Jesús. Claro, lo que ella dijo era técnicamente correcto, pero fue un intento de engaño, y Jesús la llamó al respecto. También seremos llamados si no somos realmente honestos en nuestras discusiones, ya sea con Dios en oración o con otras personas, que pueden detectar la falta de sinceridad y la falsedad. Al final, solo nos engañamos a nosotros mismos y hacemos un gran daño a nuestra relación con Dios y con quienes nos rodean hasta que seamos honestos. Pero si somos sinceros en nuestro deseo de escuchar y entender el uno a otro, podemos llevarlos a ellos y a nosotros mismos, como dice Pablo en la segunda lectura, a una paz con Dios a través de nuestro Señor Jesucristo, a través del cual hemos obtenido el acceso a la fe.

Cristo nos dice que Él es el agua viva y, a medida que continuamos con la Liturgia de la Eucaristía, ahora se presenta en su Cuerpo y Sangre por nosotros. Lo encontramos en la misa a través de la Eucaristía, y podemos seguir experimentándolo a lo largo de nuestra semana en nuestras oraciones a Dios y en nuestros encuentros con nuestros semejantes quien Él hizo. San Juan hoy cuenta una gran historia en el Evangelio, una de un encuentro con Cristo que le lleva a la justificación por la fe a través de la gracia y a la aceptación de su revelación. También debemos hacer de nuestras vidas una gran historia de nuestro encuentro con Cristo, que nos lleva a la misma justificación y salvación.

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